viernes, marzo 14, 2008

LOS DEPORTISTAS Y LA REVOLUCION CUBANA

Por Reene Gomez Manzano

Desde hace dos días, la prensa (aunque parezca increíble, la extranjera, no la de Cuba) ha informado de la defección de, hasta ahora, siete de los integrantes del equipo cubano de balompié, que participaban en un torneo para optar por las dos plazas reservadas a nuestra región en los Juegos Olímpicos de Beijing. El once de nuestra Patria había hecho la hombrada de empatar a un gol con el de los Estados Unidos, uno de los indudables favoritos. Las evasiones comenzaron poco después, y entre los “quedados” figuran varios de los héroes de la jornada.

Hechos como ése, aunque no resulten insólitos en nuestro país, convocan a que quienes sí nos preocupamos por las cosas de la Patria a que meditemos sobre el hecho, sus características e implicaciones.

Lo primero que llama la atención es la magnitud de la defección: ¡más del cuarenta por ciento de los jugadores! Hasta donde recuerdo, se trata de un indudable record; y me parece que no sólo cubano, sino mundial. ¡Será posible que eso no le diga nada al régimen castrista y al mundo acerca de la magnitud de la irritación popular ante el estado calamitoso de nuestra nación?

Lo segundo son las circunstancias en que se produjo el abandono: en plena competencia, después de la hazaña antes mencionada, pero cuando todavía faltaban por celebrar todos los demás juegos. Es probable que los aficionados extranjeros, al conocer la noticia, se asombren de lo sucedido, y que tal vez alguno se entregue a tristes cavilaciones sobre la pobre calidad humana del cubano, que es capaz de abandonar a sus compañeros en un trance como ése… Desde luego que esos hipotéticos críticos ignoran completamente las circunstancias en que tienen que vivir nuestros compatriotas. ¡Suerte que tienen!

Lo tercero es la reacción (tal vez sería más apropiado hablar de la falta de ella) de la prensa oficialista cubana. Ayer jueves, en el noticiero de la televisión, el comentarista deportivo aludió crípticamente a una nueva proeza de nuestros jóvenes futbolistas (los que permanecieron en el equipo, quiero decir): a pesar de jugar con sólo diez hombres, nuestros atletas lograron contener al fuerte equipo hondureño durante sesenta y nueve minutos, para sufrir en definitiva una derrota clara, pero digna. Es probable que quien no conociera los antecedentes de la noticia (por desgracia, la mayoría de nuestros compatriotas), haya pensado que el árbitro había exhibido alguna tarjeta roja. Evidentemente, aún no se había recibido la consigna de la Superioridad.

Así como un perro entrenado, aunque lance un ocasional gruñido, espera la voz de mando del amo para lanzarse sobre el presunto trasgresor y morderlo, sacudirlo o soltarlo; así como un soldado disciplinado cubre con la mira de su fusil al enemigo desprevenido, pero no acciona el disparador mientras su jefe no da la orden de fuego; así también los periodistas cubanos del oficialismo esperan las “orientaciones” del tenebroso DOR para lanzarse sobre cualquiera que de algún modo se aparte de la “línea de la Revolución”.

Sobre el caso que nos ocupa, sólo he escuchado a horas tempranas un breve comentario de Radio Reloj), en el también esta vez se califica de “traición” la actitud de los que han optado por iniciar una nueva vida en el extranjero. No obstante, hay que decir que, al menos hasta el momento, se ha tratado de un ataque vergonzante: lejos de repetir monótonamente la información cada media hora, como suele hacer esa emisora tan venida a menos, sólo he podido escucharla una vez en el transcurso de varias horas. Por su parte, el mini periódico Granma, en su edición digital de hoy, habla de “golpe bajo al fútbol cubano”.

Es decir: que tampoco en esta ocasión podemos constatar un enfoque nuevo de la cuestión: Cualquiera hubiera podido pensar que la masividad del abandono y sus consecuencias para el deporte nacional habrían podido hacernos esperar un enfoque novedoso, diferente de la crisis; máxime que, por añadidura, ella tuvo lugar poco después de que el régimen cubano, ante el temor de otras defecciones, optase por no enviar boxeadores a competir a nuestro gran vecino del Norte en otro torneo clasificatorio, corriendo el evidente riesgo de no poder cubrir en la Olimpiada todas las divisiones de ese deporte-insignia del “amateurismo” cubano.

Pero no ha sido así. En lugar de reconocer las condiciones anormales en que nuestros atletas tienen que entrenarse y competir; lejos de admitir que la prohibición de permitirles actuar como profesionales (a menos que, ya al final de su carrera, el propio régimen les asigne esa tarea) constituye una arbitrariedad y un atropello a sus derechos como seres humanos; en vez de permitir que los que han optado por el profesionalismo puedan ser convocados a formar parte del equipo nacional, como lo hacen nuestros hermanos dominicanos o brasileños (o incluso venezolanos), el régimen, al parecer, ha optado una vez más por atrincherarse en sus posiciones.

Es probable que, cuando regresen los futbolistas sobrevivientes, se les rindan honores de héroes y se pretenda hacer ver que la única explicación posible de que no hayan seguido a sus ex compañeros de equipo es su apoyo irrestricto al régimen imperante. En su sesgada visión del mundo, los castristas quieren olvidarse de que esos atletas son hombres que tienen familias, novias, amigos, y que no en todos los casos una actitud como la asumida por ellos responde a una posición política.

En una palabra: hasta ahora, nihil novum sub sole. ¡Nada nuevo bajo el sol!

La Habana, 14 de marzo de 2008


René Gómez Manzano
Periodista independiente

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